No es una imagen perfecta. Es una imagen viva.
Ella no mira a cámara.
No posa.
Solo camina, decidida, confiada, libre.
Y alguien la sigue.
No hay nada preparado.
No hay un “espera, ponte aquí”.
Ni una coreografía.
Ni una orden para mover el vestido justo en ese ángulo.
Hay movimiento real.
Luz natural.
Un paso firme.
Y una historia que no pidió permiso para ser contada.
Muchas veces nos preguntan cómo conseguimos algunas fotos.
Y la respuesta es incómodamente sencilla:
𝐍𝐨 𝐥𝐚𝐬 𝐝𝐢𝐫𝐢𝐠𝐢𝐦𝐨𝐬.
𝐋𝐚𝐬 𝐬𝐞𝐠𝐮𝐢𝐦𝐨𝐬.
Seguimos una intuición.
Un gesto.
Una ráfaga de viento.
Una conexión que se nota en la piel.
Y cuando algo pasa, no lo interrumpimos.
Solo disparamos.
Desde donde estamos.
Con lo que hay.
Porque las fotos que más no llaman…
suelen ser las que nadie pensó.
Las que no sabías que estaban pasando.
Las que, cuando las ves, te hacen decir:
“𝐍𝐨 𝐫𝐞𝐜𝐮𝐞𝐫𝐝𝐨 𝐡𝐚𝐛𝐞𝐫𝐦𝐞 𝐬𝐞𝐧𝐭𝐢𝐝𝐨 𝐭𝐚𝐧 𝐲𝐨 𝐜𝐨𝐦𝐨 𝐞𝐧 𝐞𝐬𝐭𝐞 𝐢𝐧𝐬𝐭𝐚𝐧𝐭𝐞.”
Esta no es una imagen perfecta.
Es mejor:
es 𝐮𝐧𝐚 𝐢𝐦𝐚𝐠𝐞𝐧 𝐯𝐢𝐯𝐚.
Carles Figuerola